En la última sesión de la Junta Departamental, el edil Eduardo Elinger, del Partido Colorado, consideró que existe una “grave dificultad por carencia de información” sobre diversos aspectos, como horarios y otros datos, y se refirió a inquietudes vinculadas al Patrimonio Departamental.
El primero de los casos mencionados está relacionado con un sitio cercano a la ciudad de Aiguá, que fue escenario de un hecho violento en 1901. Allí, la familia portuguesa Silveira, dueña de la estancia del lugar, junto a un peón y un niño de diez años, fue asesinada por tres forasteros. Este hecho no solo tuvo gran repercusión por su brutalidad, sino que propició el último fusilamiento civil en Uruguay antes de la abolición legal de la pena de muerte.
La historia cuenta que, desde mediados del siglo XIX, la familia Silveira se radicó en la zona para actividades agropecuarias. El patrón de estancia, Adolfo Silveira, cobraba las utilidades de su actividad en monedas de oro, que guardaba celosamente en un lugar solo por él conocido. Dos forasteros llegados de Rocha, Miguel Páez y Aurelio González, se ganaron la confianza de los Silveira y, el 7 de mayo de 1901, abusando de dicha confianza, los masacraron durante una cena familiar, llevándose cinco vidas.
Atrapados en Rocha y trasladados a Montevideo, fueron sentenciados a muerte. Su ejecución en la estancia de Maldonado atrajo la atención pública y repercutió ampliamente en los medios de la época. Posteriormente, a partir de 1904, José Batlle y Ordóñez promovió un proyecto de ley para poner fin a los fusilamientos, y el 23 de setiembre de 1907 se estableció la abolición de la pena de muerte en Uruguay mediante la Ley Nº 3238. Páez y González fueron los últimos civiles ejecutados en el país.
Actualmente, los restos de la casa, ubicada a 20 km de Aiguá, se encuentran en un predio privado y sufren la invasión de la naturaleza, el deterioro de sus estructuras de piedra y actos de vandalismo. El edil consideró pertinente incluir este espacio en los procesos de recuperación del patrimonio previstos para el quinquenio, resaltando su valor histórico, familiar y turístico, así como la leyenda del oro de la estancia Silveira.
En segundo lugar, Elinger se refirió al Liceo N.º 1 Florencio Collazo, emblemático en la promoción de la enseñanza secundaria en el departamento. Allí se encuentra una escultura abandonada, cubierta entre troncos, que merece ser rescatada, iluminada y acompañada de información sobre su autor y motivo de emplazamiento. Las autoridades locales y educativas deberían atender esta situación.
El tercer tema mencionado es la plazoleta ubicada en Joaquín de Viana y Avenida España, donde se trasladó el Monumento al Niño Chasque “Manuel Mendoza Estremera – Manolito”, heroico niño fernandino de 1806, obra de Mario Lazo. En el lugar también hay un mojón con una plaqueta en mármol prácticamente ilegible que recuerda la defensa de Maldonado frente al invasor inglés el 29 de octubre de 1806. Actualmente, estos espacios carecen de iluminación, su ubicación no resalta su valor histórico y el tránsito vehicular dificulta su disfrute, por lo que deberían ser jerarquizados e incluidos en los circuitos turístico-culturales.
Por último, se refirió al histórico mojón de la Plaza de las Carretas, escondido detrás de un muro en el Club Urú, en la intersección de Gutiérrez Ruiz y Joaquín de Viana. Desde hace años se reclama que se habilite su visualización al público y se mejore sustancialmente este sitio histórico, que forma parte de la memoria histórica local y de la relación ciudad-campo, esencial para la economía y la identidad del departamento.
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