No podemos hablar de seguridad alimentaria si no garantizamos el acceso al agua”, señala Marcelo Sadres, especialista regional en Agua y Gestión de Recursos Hídricos en la FAO.
En el marco del 5º Foro Mundial del Agua que se está celebrando en Nueva York con participación de autoridades uruguayas y en vísperas del Día Mundial del Agua, es importante recordar que en el mundo el 72% de las extracciones mundiales de agua dulce se utiliza para el sector agrícola. En Uruguay, el 87% de las extracciones de agua dulce van para el agro y, por lo tanto, a la producción de alimentos.
Para 2050, la producción mundial de alimentos para personas y animales tendrá que incrementarse en un 50 % en comparación con 2012, para satisfacer la demanda creciente. Si se mantienen las condiciones actuales, esto exigiría al menos un 35 % más de agua dulce.
Por lo tanto, “no podemos hablar de seguridad alimentaria si no garantizamos el acceso al agua”, mencionó Marcelo Sadres, especialista regional en Agua y Gestión de Recursos Hídricos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
América Latina y el Caribe aporta actualmente el 14% de la producción mundial de alimentos y el 45% del comercio internacional neto de productos agroalimentarios. La región cuenta con más del 30% del agua dulce disponible en el mundo y aproximadamente una tercera parte de las tierras arables.
En relación con la sequía, desde 2020, por lo menos siete países del Caribe registraron sequías graves y otros siete países registraron condiciones similares en Mesoamérica, mientras que amplias zonas de Sudamérica también fueron y están siendo azotadas por este fenómeno, que incluyen a Uruguay.
“La comunidad científica coincide en que estos eventos de sequía se están dando con más frecuencia, que son más fuertes y que las causas son antropogénicas, es decir que se vinculan con el imparto de la actividad humana en el medio ambiente”, asegura Sadres, aunque no siempre se pueden atribuir al cambio climático.
Se estima que, en países de ingresos bajos y medios, el 80% de todos los daños y pérdidas por sequía impacta en la actividad agropecuaria y que el 35% de las pérdidas de alimentos por sequía a nivel mundial ocurre en América Latina y el Caribe.
Esto ha representado, en base a estimaciones realizadas para el periodo 2005-2015, pérdidas en producción estimadas en 13 000 millones de dólares aproximadamente.
“Generar información fiable sobre las pérdidas económicas de las sequías es fundamental para posicionar el tema, entender la magnitud del problema y que los países puedan llevar adelante políticas e inversiones que son necesarias para reducir el impacto”, recomienda el experto regional.
En ese marco, Sadres explica que el sector privado y las personas pueden aportar “al adoptar prácticas que generan menos presión en el recurso, por ejemplo, utilizando el agua de manera más eficiente, así como reduciendo la contaminación de los cursos de agua” ya que “la escasez de agua no solo se expresa en la reducción del recurso, si no también, en la pérdida de la calidad”.
Medidas posibles de prevención
Un primer tipo de medidas implica la implementación de sistemas de monitoreo, alerta temprana y desarrollo de planes de contingencia. “Contar con indicadores fiables para evaluar los niveles de sequía (según la severidad y el tipo) y tener planes de contingencia permite definir con antelación la gestión, los procedimientos y las medidas a adoptar” explica Sadres.
También se puede aumentar y diversificar las fuentes de agua y desarrollar formas de almacenamiento. Conocer los recursos hídricos subterráneos permite optimizar el uso de los embalses, para acceder a aguas superficiales y subterráneas. La infraestructura para almacenar el agua en épocas de lluvia y utilizarla cuando hay sequía, “es una solución viable si se planifica de manera integral considerando el ciclo hidrológico (las etapas por las que pasa el agua al ir de la tierra a la atmósfera y volver), el impacto ambiental y los eventuales conflictos por el uso del recurso”, agrega Sadres.
Por otro lado, es necesario avanzar en soluciones innovadoras que integren la ciencia y la tecnología en sistemas agroalimentarios eficientes para enfrentar la crisis hídrica, que aseguren la disponibilidad de agua para la producción de alimentos. El especialista de la FAO cita “la inversión en sistemas de riego eficientes (riego por goteo, micro-aspersión, riego de precisión), la reutilización del agua en procesos de economía circular, la aplicación de tecnologías digitales con información satelital para la planificación del cultivo” como “herramientas valiosas a tener en cuenta y saber utilizar en función de cada situación “.
“Uruguay tiene alto potencial para una mayor incorporación del riego en la producción agrícola. Desarrollar un plan nacional que promueva soluciones integrales de riego, con infraestructura y gestión apropiada, es importante. Adicionalmente, es necesario evaluar los efectos y resultados de la aplicación de la Ley de Riego”, indica Sadres., indica Sadres.
La capacitación y el acompañamiento técnico a los productores agrícolas y pecuarios para que puedan adoptar prácticas de manejo resiliente ante eventos climáticos y hacer una gestión eficiente del agua, son otras medidas que permiten prepararse y reaccionar mejor ante una sequía.
Al respecto, el experto de la FAO señala que Uruguay “cuenta con un importante desarrollo en materia de investigación agropecuaria, extensión rural, asociatividad y cooperativismo” y cita como ejemplo al proyecto . “Los resultados que se están obteniendo en el marco de ese proyecto muestran que es posible mejorar la productividad de los predios disminuyendo la intensidad de emisiones. Pero, además, las prácticas innovadoras de manejo del rodeo en predios piloto, indican una mayor resiliencia a los eventos de sequía”, agregó.
Además de indicar que existe la oportunidad de escalar este proyecto a todo el país, Sadres lo ve como un ejemplo para la región donde “el desarrollo de la investigación agropecuaria se incorpora en la toma de decisiones de las autoridades nacionales, y en las prácticas del sector privado agropecuario, lo que sigue siendo un desafío para los países de la región en general”.
Por último Sadres, destaca la importancia de los seguros agropecuarios que “cuando son adecuados, permiten que el productor enfrente una situación de crisis, si todas las otras medidas no fueron suficientes”.
FAO
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