La idea surgió hace 14 años con el objetivo de estudiar la nutrición en los niños de la escuela pública, pero con el paso del tiempo cambió de forma. Hoy los economistas Martín Leites y Gonzalo Salas presentan su investigación sobre la movilidad de los individuos entre clases sociales, que complementaron con un análisis sobre el acceso a algunos activos, los cambios en las percepciones de bienestar subjetivo, además de la evolución de sus percepciones, actitudes, aspiraciones y preferencias por las políticas redistributivas. El proceso lo recoge el cuaderno sobre desarrollo humano número 11 de la serie el “Futuro en Foco”, que edita el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Uruguay y que presenta a las 10.00 en el Centro Cultural de España.
Entre 2004 y 2016 se dio el período de mayor crecimiento sostenido en el último siglo. El ingreso medio per cápita lo hizo a una tasa anual de 7,5%, pero con una intensidad distinta entre períodos: fue mayor entre 2004 y 2011 y algo más leve entre 2011 y 2016. También fue distinto su impacto en la distribución: en el primer caso se observa un “fuerte” patrón redistributivo, con un aumento superior –en términos relativos– de los ingresos de la población más pobre, y en el segundo un crecimiento muy similar a lo largo de toda la distribución (ver gráficos).
La fuente de datos de los autores es el Estudio Longitudinal de Bienestar en Uruguay, un panel con una amplia lista de preguntas, algunas especialmente diseñadas para abordar los temas mencionados. Con base en esto, tomaron tres “olas” que relevan información de todo el país, correspondientes a los años 2004, 2011-2012 y 2016-2017.
Si se considera todo el período, se tiene que sólo 5% de los hogares presentaron movilidad descendente, 57% experimentaron movilidad ascendente y 38% no modificaron su pertenencia de clase social. Los hogares fueron definidos en términos de clases baja (aquellos donde los adultos perciben menos de cuatro dólares diarios de ingresos), media “vulnerable” (entre cuatro y diez) y media “consolidada” (entre diez y 50).
Del total de hogares que se encontraban en situación de pobreza en 2004, 45% se mantuvieron en dicha situación en 2011-2012, mientras que 43,8% pasaron a clasificarse como “vulnerables” y 11,2% como clase media. Entre los que se encontraban en situación de vulnerabilidad en 2004, 46,7% se mantuvieron en dicha clase social en 2011-2012, 15,7% pasaron a estar en situación de pobreza y 37,6% fueron clasificados como de clase media. Por último, entre los ubicados en clase media en 2004, 78,3% se mantuvieron como clase media en 2011-2012, mientras que 10,8% pasaron a situación de vulnerabilidad y 10,9% fueron clasificados como pobres. Estos movimientos implican que, en términos de clases sociales, 6,7% de los hogares presentaron movilidad descendente en este período, 44,6% presentaron movilidad ascendente y 48,7% permanecieron en la misma clase. Las transiciones entre la segunda y tercera ola son muy similares a las del período anterior: 14,8% experimentaron movilidad descendente, 31,4% movilidad ascendente y 53,8% permanecieron en la misma clase social.
Actitudes, opiniones y percepciones
Por su “valor intrínseco” para el bienestar y el “instrumental” que “ayudaría a entender el comportamiento de las personas” los autores incluyen la percepción de los individuos sobre las desigualdades, la capacidad para proponerse fines y llevarlos adelante, el lugar que creen que ocupan en la sociedad (es decir, reconocimiento su estatus), la discriminación social, y las oportunidades de movilidad social.
Por un lado, las personas asocian la clase baja con situaciones de pobreza más extrema. Para los encuestados, el ingreso de la clase media es entre tres y cuatro veces el ingreso de la clase baja. Por otro, se observa que las personas con menores aspiraciones de ingresos sistemáticamente se declaran en promedio más conformes.
Los autores establecen que el conjunto de políticas públicas implementadas en los últimos 15 años “pueden haber alterado los deseos de la población por políticas que redistribuyan los ingresos” y en este sentido analizan, por un lado, la percepción en tres niveles: redistribución, el Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF) y la balanza Estado-mercado.
Para el período 2011-2012 a 2016-2017, los entrevistados que reportan altas preferencias por la redistribución pasaron de 22% a 11,5% y también cayó su “valoración positiva” por el IRPF, del 26% al 16%, pero no muestran cambios “significativos” en su preferencia por Estado o mercado.
No obstante, quienes declaran bajas preferencias por la redistribución crecen de 13% a 22%.
A modo de síntesis cruzan los cambios en las preferencias por la redistribución con los movimientos de clase social. Así, llegan a concluir que quienes presentan, en promedio, mayores preferencias por la redistribución son aquellos que cayeron de la clase media a la pobreza –78% reportan bajas preferencias– y el rechazo a las preferencias por políticas redistributivas se mantiene casi incambiado entre quienes se mantienen en la clase media y quienes cayeron a situación de vulnerabilidad, con valores de 90% y 87%.
También constatan que existe una peor valoración del IRPF en todas las clases sociales. “A diferencia de lo que ocurre con la medida más abstracta de impuestos, la valoración del IRPF es menor cuando los entrevistados se desplazan desde la pobreza a situaciones de vulnerabilidad o clase media, en relación con la situación de inercia”, establecen en el documento.
Es importante destacar que, como el proyecto nace con otros fines –seguir el estado nutricional de los niños que en 2004 comenzaban primer año en la escuela pública–, la muestra está acotada y por tanto no es representativa de la población uruguaya. Según estimaron, sería representativa de 85% de la población total con censura a la clase alta, que no estaría incluida en el análisis, y por tanto las conclusiones serían representativas de la clase baja y media, tanto vulnerable como consolidada.
Fuente: La Diaria